Cachipún
Cuando las dos éramos deslenguadas y menos vírgenes, lo conocimos en el bar de una fiesta en el centro. Estaba rico. Lo suficiente para dejar de mirar por todos lados y centrarnos en el tipo de camisa afuera y zapatillas Diesel. Y jeans celestes. Nos mirábamos y lo mirábamos. Esta rico, repetíamos una y otra vez. Quisimos buscar la competencia y no la encontramos. Era de nosotras o de nadie.
¿Hagamos cachipún? me dice con una sonrisa amplia.
Confío en mi suerte.
Miro mis manos, las uñas perfectas, limpias, puras.
Las mismas que rezarían el Padre Nuestro al medio día siguiente en la misa dominical.
Confío en mi suerte, repito, mientras suelto la muñeca y sale una tijera mal entonada, mojada por el vodka tónica.
Piedra ella.
Felicitaciones, le grito en el oído y suelto una carcajada feliz.
Te cuento mañana, me dice caminando hacia el bar.
¿Hagamos cachipún? me dice con una sonrisa amplia.
Confío en mi suerte.
Miro mis manos, las uñas perfectas, limpias, puras.
Las mismas que rezarían el Padre Nuestro al medio día siguiente en la misa dominical.
Confío en mi suerte, repito, mientras suelto la muñeca y sale una tijera mal entonada, mojada por el vodka tónica.
Piedra ella.
Felicitaciones, le grito en el oído y suelto una carcajada feliz.
Te cuento mañana, me dice caminando hacia el bar.
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