De un mal polvo ... líbranos Señor te rogamos

Luego de un mal polvo, viene otro peor. Por eso decidimos terminar con la mala racha y dedicarnos al sexo de ciudad. Caminar por Santiago con el condón en la cartera. Dejar de preguntarnos ¿me saco la polera? ¿me sacará el sostén? Agarrar los calzones y tirarlos por la ventana. Y simplemente tirarnos al de al lado. De frente. Y de costado.

martes, junio 27

Pricipio nº1

Las chicas buenas van al cielo,
las malas vamos a todas partes.

domingo, junio 25

Un mal polvo que nunca fue

Me acuerdo que estábamos en su departamento ultra minimalista, con esos sofás ultra blancos de soltero, que ni un perro ni un cabro chico pueden soportar. Yo había tomado poco, él más y yo quería seguir con el vaso en la mano, pero parece que el refrigerador estaba vacío o quedaba puro jugo, y había un resto de wisky y preferí decir que no, porque una vez me pasó y quedé con una caña que ni siquiera tengo ganas de volver a recordar. Empezamos a darnos besos y a caminar por el piso flotante ultra pulcro de seis lucas el metro cuadrado, y puta, yo quería que el asunto avanzara y no tenía ganas de empezar yo a sacarme las pilchas y le dije que tenía calor y me saqué la bufanda de lana chilota y la amarré a la cartera, porque estoy aburrida de dejar la ropa tirada en casa ajena, como la vez que perdí el sostén y partí a los días después a buscarlo angustiada porque necesitaba ponérmelo con la blusita blanca para la presentación de un proyecto en la mega oficina en la que trabajaba y el loco no lo había encontrado y nos pusimos a buscarlo y estaba atrás del sillón de su madre, que agradezco que la señora no haya sido buena para el aseo y yo haya quedado como la indecorosa del siglo. Prosigo. Y puta, yo tenía ganas de sacarme la polera y el loco no atinaba y ponía cara de hot, para ver si esto llegaba a buen termino de una vez por todas y él nada, y me trataba como si fuera su novia, su posible esposa y la futura madre de sus hijos, y qué va, yo no quería ni tantos besos ni tantos abrazos.
Me emputecí.
Me tengo que ir, le dije.
Tampoco me pidió que me quedara.
Me dejó en el auto y me fui.
Eso fue un mal polvo que nunca fue.

miércoles, junio 21

El chupa sangre

Celebrar la noche de brujas es extraño pero hacerlo en gringolandia es flipeado, la gente se lo toma muy en serio y sobre todo los góticos. Empezamos en una fiesta en una casa enorme, pero en el subterraneo. No se veía nada entre el humo de hielo seco, el laberinto de telas negras, las luces rojas y los disfraces predominantemente oscuros. Yo estaba disfrazada de vampireza/dominatrix incluso con antifaz de latex rojo, una extraña mezcla que habían preparado mis anfitrionas. Y como los kliches salen de alguna parte, se abrió la pista de baile por la mitad y entre la gente apareció él vampiro con onda rockstar más sexy que alguien pueda imaginar. Tenía un sombrero negro que apenas dejaba ver sus carnosos labios, sus afiliados dientes, las margaritas y su recta nariz, lo que por supuesto, me sedujo y terminé tirando con él tras unos paneles y un montón de pasto seco. Cuando estabamos en el pre, luego de bailar, reírnos, acercarnos y rozarnos, le saqué el sombrero y casi me muero cuando veo que el disfraz era completísimo, con lentes de contacto inclusive, y no de esos blancos a lo Marilyn Manson, ni rojos tipo conejo, sino con cruces. Era como tirar con un gato japonés de animación. Mal. Así que como no le hago a la zoofilia, cerré mis ojos. Y fue el mejor chupasangre que he tenido.

jueves, junio 1

El incómodo

Hay polvos que no son tan buenos en si, pero que dejan huella por lo inusuales. El del bus, en el último asiento, con ventanas empañadas, nunca lo olvidaré; y claro la torticolis y el lumbago no me lo permitieron. Lo bueno es que pasamos muy piola: él con su mano en mi boca y la mia en la suya. Él único que lo notó fue el del asiento de adelante o más bien a mi espalda.