La desconcertante puñalada al corazón
Nos encontramos. Frente a frente. Él, ella y yo.
Se portó como un idiota; hizo puros comentarios desagradables: entre machistas y racistas, e hizo alarde de cuán enganchado está de su polola y lo fundamantal que le es su "impecable" relación. Hasta ella lo miraba extrañada. Podría haberme ignorado o no hacer tanto esfuerzo de hacer como si nada. Sólo yo entendía lo que le estaba pasando. Se puso nervioso. Muy nervioso. Ahí me di cuenta que yo tenía el sarten por el mango. Cuando decidí terminar con esta paupérrima noche juguera, me cerqué a ella y le dije al oído: Linda, usted podría hacerlo mucho mejor.